Tenia rotos los zapatillos
con agujeros en su suela,
caminando hacia la escuela
con las manos en los bolsillos.
El calzón corto color marrón
de tela usada por mayores,
la camisa de vivos los colores
y mis libros en el zurrón.
Llevaba un largo flequillo
y un lunar en la frente,
se me habia roto un diente
por ser un diablillo.
Tenía las rodillas heridas
por que me cai de la bicicleta
y llevaba una libreta
con grapas adheridas.
El vaso y la canela,
cuando no había castigo,
si me peleaba con un amigo
al entrar en la escuela.
A la hora del recreo,
formados en filas de uno,
bebia un desayuno
y me leia un tebeo.
Sumaba los numeros pares
y restaba con los nones,
escribia en los renglones
y rezaba en los altares.
Era dulce y también travieso,
jugaba al aro y a la pelota
y me quedé como un idiota
cuando recibí el primer beso.
Nadaba y pescaba en el rio
perseguido por el guarda
escondido en la tierra parda
junto a un higueron sombrío.
El maestro me presto un audífono
de algún antepasado
y la risa de un amigo pesado
me hería con encono.
Una tarde escribi un poema,
con mi aire soñador
y buscaba alrrededor
para descifrar el teorema.
El niño que he sido
aún vive en mi mente,
y cuento brevemente
los años que he vivido.
La vida me abrió camino,
me dió hijos y penas
y aún pesan las cadenas
que me asignó el destino.
Perdi la flor más preciada
que se llevó Dios al cielo
y aún la recuerdo con anhelo
en mis oraciones de madrugada.
Se abrió mi corazón a la esperanza
y el amor llamó a mi puerta,
sembré su semilla en una huerta
en una tierra en lontananza.
La cosecha recogida,
de cepa de corazón tierno
es dulce de amor eterno
que me condujo a la salida.
de la soledad de mi guarida.
Hoy brillan junto a ella mis días
y a Dios con humildad le digo
que no me tendrá más por mendigo
pues de amor ha llenado mi vida.