Se va desgranando
como la espiga del trigo,
sin prisas, sin pausas
sin prestar atención al olvido.
Va pasando sin que nadie
pueda atarlo o detenerlo,
impasible ante los acontecimientos,
sin levantar la voz, sin un lamento.
Dejando en cada rincón
lágrimas de dolor,
tristeza y desconsuelo,
y la sonrisa feliz dibujada en el cielo.
Nos marca de surcos en la piel
y de hebras blancas en el pelo,
nos llena de incomprensión
cubriendo la memoria con un velo.
Y yo miro hacia atrás,
descorriendo las cortinas con anhelo
y pienso en voz alta...
" Dios, que no se detenga mi tiempo...".