Esta mañana busqué mi sonrisa
en el cristal de mi espejo,
ignorando las marcas del tiempo,
y encontré el tibio reflejo
de la luz de mis ojos.
Seguía buscando, observando,
pero no encontré lo que buscaba;
no podía creer que no estuviera,
que se hubiera marchado,
sin decir nada, sin despedirse,
dejándome la marca de su ausencia.
Continué escudriñando
cada uno de los rincones
donde podía esconderse:
la barba, la nariz, los párpados...
Un rictus se había adueñado
de la alegría que me caracteriza,
disconforme con lo que me ocurría
pensé que me la habían robado
y una lágrima humedeció mis ojos.
Volví a mirarme, curioso,
sabiendo que mi corazón
derrochaba la inquieta alegría
que le faltaba a mis labios,
y pensé en ti... y la sonrisa tierna,
esa que llevo siempre,
se marcó de nuevo en mi boca...
y comencé a reír, a bailar,
a dar saltos de alegría...
No me abandones nunca
por que sin ti no sería como soy...