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lunes, 6 de julio de 2015

CELOS...






No esperaba aquella pregunta
y en sus palabras se escucharon 
los ecos inconfundibles
y el sabor amargo de la desconfianza.
No era ella quien preguntaba,
eran los celos sin calma,
eran las caricias envidiadas,
eran... no sé, pero me rompió el alma...
Nada tengo que demostrarle
y por eso guardé mi más sincero silencio.
La miré a los ojos
para que viera en ellos mi mirada.
Ella disfruta lo que otras quisieran,
ella tiene la ternura que alguien desea,
ella es mi campo de siembra
donde un día florecerá la primavera.
Por eso, desde mi convicción de amante,
la miré sonriendo y le di un beso,
después quedó el silencio como testigo
de que yo no soy un hombre de esos...



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