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lunes, 21 de noviembre de 2016

LA LUZ DE LOS LUNES.


La noche se habìa hecho larga; no habìa podido dormir como necesitaba. Mi cuerpo cada dìa se quejaba màs del insomnio y se hacìa urgente descansar. Las horas iban pasando en mi reloj, mientras que me invadìan las imàgenes del pasado. Habìan entrado en multitud en mi cuarto y se quedaron conmigo hasta la amanecida. Escuchè todos los sonidos de la noche. Pasaron coches, motos y algùn borracho dando patadas a su ùltima lata de cerveza. Eran las dos o las tres, cuando el desvelo se acentuò de manera hiriente. Me levante y busquè una de las pocas manzanas que tenia en mi refrigerador. La lavè y la mordì con fruiciòn, como queriendo pagar con ella mi mal humor; sentì una tos envejecida, un suspiro y un corazòn, pero no me daba cuenta que esos ruidos los hacìa yo. Busquè mis poemas recientes, esperando encontrar en ellos una soluciòn; cansar mi vista y volver a la cama, pero eso no lo quiso Dios. Habìa orado como todas las noches, dado gracias y solicitado perdòn, pero querìa dormir y no podìa...¡Ay...!¿ Porquè, Señor...? 
Fuì desgranando versos uno a uno, cambiando alguna rima o inspiraciòn; dando sentido a aquellos que no decìan nada, con mi mejor expresiòn. Las musas se fueron volando cuando tras mi ventana la lluvia se escuchò, estaba amaneciendo y no lo sabìa, ni habìa podido dormir, yo. La luz llegaba a mis ojos, llenando mi vida de ilusiòn. Un nuevo lunes se abrìa en el calendario, buenos dìas nos de Dios...


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