Las páginas se desgranan,
se impacientan los renglones
y mi corazón les pide calma
henchido de emociones.
Mi musa, los personajes,
todos esperan el momento
de pasar la dura prueba
que leerán sobre el viento.
Y yo, escribidor incansable,
sentía un dulce hormigueo
esperando el veredicto
que con ojos acuosos leo.
La sorpresa no tuvo limites,
todos alegres y contentos
pues verá la luz de imprenta
en su justo momento.
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