Cae el agua sobre las camionetas
cargadas de hierros, inocencia y fusiles,
caras temerosas, gestos hostiles,
camino de las cunetas.
Cantan canciones, himnos de victoria,
los de la herrumbre de muerte;
los otros, maldicen su suerte
acudiendo triste a la memoria.
La frente alta, la mirada ausente,
las manos entrelazadas y un rezo
en sus labios; ni el carbón de brezo
dio calor al hogar doliente.
Se confunden las miradas
cargadas de lagrimas y miedo,
señalados con el dedo
de una conspiración marcada.
Les han dejado libres,
en el camino que va a ninguna parte,
sin más consuelo o estandarte
que el dolor de diferente calibre.
Suena el redoble de fuego
vomitado desde los fusiles.
¡ Cuántas lluvias de Abriles
mojarán sobre sus ojos ciegos.!
Y tras el trueno devastador y la tempestad,
sólo queda el silencio amargo,
sus cuerpos inertes y, sin embargo,
su alma grita la palabra... ¡ Libertad... !
Para la libertad sangro, lucho y pervivo.
ResponderEliminarPara la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos...
Por la libertad, para la libertad, lo que sea, lo que haga falta...
Un abrazo amigo.
Es un agrado leerte en estos poemas en que a mi parecer dejas brotar lo mejor de tu alma de escritor.
ResponderEliminarEstán hilvanados con tanto sentimiento que entre espacios logras atrapar el tiempo y nos llevas al lugar donde acontecieron los eventos.
Grandioso de verdad este homenaje.
Todos mis besos
Cecy
La libertad, tocayo, en todo el amplio sentido de la palabra... ¡Que nadie nos prive de ella...!
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra que te guste, cariño, pues nadie mejor que tú me conoce y me comprende en todos los estamentos de la vida... Que éste homenaje, en toda su profundidad y sentimiento, sirva para recordar a las personas que dieron su vida por su forma de pensar.
ResponderEliminarSiempre contigo.
José.