Vivo en la orilla del sueño,
donde el vacío separa la realidad,
aferrado de la arena que se diluye
entre las olas de ilusión
que de mis manos se escapa.
No he visto el futuro
más allá de lo que respiro,
y llevo en la mochila
una carga de desesperanzas
que van marcando el día a día.
Nada me inquieta,
a pesar de mis años,
nada me sorprende,
a pesar de mi preocupación,
por que la nieve de mis sienes
me hace dar un sentido
a la efímera realidad
que envuelve mis sueños
y cuando despierto
se ha evaporado, se ha ido.
Nada más hermoso
que el cobijo que me ampara,
los brazos que me protegen
y la luz celestial que me guía.
Me gustan las rosas blancas
y el olor de romero,
las gotas de rocío
y la mujer que quiero.
Y no cambio mi mundo,
el que vivo y disfruto,
por nada que no sea
el amor y su fruto.
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