Apártate, espada de Damocles, fría,
de mi nívea cabeza despeinada
que tus amenazas no sirven de nada
cuando Dios me protege en este día.
Hierro amenazador intransigente
metal mohoso que no me amedranta
no callarás la voz de mi garganta
ni mi oración y aleluya omnipresente.
Vuelve al forjador que te dio figura
con martillo y lima al rojo fuego
para que modele con tu cuerpo, herramienta o juego,
una cruz que adorne mi sepultura.
Y entonces sabré el significado
de tu amenaza imperecedera
por que existe un Cristo que me adora
que está en la cruz crucificado.
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