Creía que la amistad era eterna, que la voz de la sangre
tendría siempre el eco de mi garganta latente en tus oídos... Creía...
Creía que nunca te olvidarías de aquellos momentos que vivimos
cuando la uña y la carne eran sinónimos de nuestros destinos.
Te quise con el alma limpia y el corazón de hermano, te quise
con la admiración infinita con la que se quiere a un amigo temprano.
La vida fue injusta contigo o conmigo, nunca se sabe, qué más da
si hemos seguido viviendo distanciados cada uno en su lugar.
La suerte te dio lo que tanto buscabas en forma de vil metal
para sumarlo a los triunfos que quedaban por llegar.
Dónde quedaron aquellos recuerdos que compartimos a la par...?
Dónde aquella complicidad que en nuestras miradas brillaba sin parar...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario