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sábado, 4 de diciembre de 2010

TE AMARÉ SIEMPRE.

Había una vez un hombre solitario que vivía en un país lejano. Su vida era plana, exenta de emociones, con la que él se conformaba y aunque no era feliz disfrutaba de aquella soledad sin metas, sin un mañana que le pudiera crear agravios a su existencia. El dinero no tenía sentido para él; había trabajado de artesano toda su vida, sin hacer fortunas ni riquezas... trabajó, trabajó y trabajó anteponiendo a los demás a su propio beneficio. Los golpes de la vida hicieron mella en su corazón dejandolo más sólo aún si cabe al llevarse, alguien que pasó por su vida, a una linda flor que cuidaba en su jardin. La lloró dia y noche. Pasó el tiempo y la sensatez de su espiritu tomó conciencia de que debería vivir sin esa flor que tanto amaba. Continuó pasando el tiempo y su soledad se fué acentuando en su corazón y en su alma. Nada tenía sentido para él, se dió a la bebida vagabundeando sin rumbo ebrio de alcohol y desprovisto de emociones y sentimientos.

Un día se levantó temprano, cuando las luces del alba despuntaban en el amanecer y, bostezando con estrepito, se asomó a la ventana que daba a su jardin. Su sorpresa no tuvo limites : en su rosal había nacido una rosa de aromáticos colores. Se restregó sus soñolientos ojos queriendo dar crédito a lo que veía... Su corazón palpitaba alegre de la emoción...


- ¡ El rosal ha florecido... ! - exclamó.

Desde aquél dia se dedicó en cuerpo y alma a amar a aquella rosa que Dios tuvo a bien que floreciera en su rosal para darle amor y vida. Todo cambió; nada era igual... Todos sus desvelos iban hacia la rosa que tanto quería y al rosal donde vivía la rosa de sus amores. Dejó la bebida creando de nuevo expectativas de futuro. Su voz se volvió dulce y cada mañana cantaba una canción que le hiciera crecer el amor que sentía por aquella flor. Su vida cambió y ya no era un hombre solitario. Vivía lleno de ilusiones y su corazón se abrió al amor infinito, ese que todos soñamos y que queremos que no falte nunca... Voló, caminó por el mundo con su flor amada en su solapa. Mimandola, cuidandola y haciendo de ella el motivo de su existencia. La rosa era admirada por ser de vivos colores y todos codiciaban tener aquella flor en su solapa. El, humilde por naturaleza, se sentía seguro de ella, pero ponía candados a su terreno para que nadie saltara la valla y se la robara...
Una tarde la flor le habló.

- No quiero seguir contigo...

Su corazón sintió cómo algo muy fuerte le agijoneaba, lo rompía en mil pedazos y se desangraba hasta la última gota de su sangre. Lloró amargamente y sin consuelo, desolado y triste. De nuevo y sin saber por qué había perdido el talisman que dió sentido a su vida y decidió volver a su soledad en su lejana tierra dónde las nieves hielan y el corazón se vuelve frio y distante. Pero antes grabó tres palabras en uno de sus pétalos : TE AMARÉ SIEMPRE...

Se fué y ya nunca se supo de él.

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