Sentada en la silla,
tal vez sin fuerzas
para levantarse,
besé a mi madre
y me despedí de ella.
Vi sus años,
reflejados en su rostro,
llevando el acento
de una historia sufrida
que se fue con el viento.
De sus cansados ojos
brotaron dos lágrimas,
de su manantial sereno
inagotable de vida.
¡ No llores madre
y recemos al cielo...
Pidamos al Altisimo
que nos abracemos de nuevo...!
tal vez sin fuerzas
para levantarse,
besé a mi madre
y me despedí de ella.
Vi sus años,
reflejados en su rostro,
llevando el acento
de una historia sufrida
que se fue con el viento.
De sus cansados ojos
brotaron dos lágrimas,
de su manantial sereno
inagotable de vida.
¡ No llores madre
y recemos al cielo...
Pidamos al Altisimo
que nos abracemos de nuevo...!
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