Había una vez un hombre solitario que vivía en un país lejano. Su vida era plana, exenta de emociones, con la que él se conformaba y aunque no era feliz disfrutaba de aquella soledad sin metas, sin un mañana que le pudiera crear agravios a su existencia. El dinero no tenía sentido para él; había trabajado de artesano toda su vida, sin hacer fortunas ni riquezas... trabajó, trabajó y trabajó anteponiendo a los demás a su propio beneficio. Los golpes de la vida hicieron mella en su corazón dejandolo más sólo aún si cabe al llevarse, alguien que pasó por su vida, a una linda flor que cuidaba en su jardin. La lloró dia y noche. Pasó el tiempo y la sensatez de su espiritu tomó conciencia de que debería vivir sin esa flor que tanto amaba. Continuó pasando el tiempo y su soledad se fué acentuando en su corazón y en su alma. Nada tenía sentido para él, se dió a la bebida vagabundeando sin rumbo ebrio de alcohol y desprovisto de emociones y sentimientos.
Un día se levantó temprano, cuando las luces del alba despuntaban en el amanecer y, bostezando con estrepito, se asomó a la ventana que daba a su jardin. Su sorpresa no tuvo limites : en su rosal había nacido una rosa de aromáticos colores. Se restregó sus soñolientos ojos queriendo dar crédito a lo que veía... Su corazón palpitaba alegre de la emoción...
- ¡ El rosal ha florecido... ! - exclamó.
Desde aquél dia se dedicó en cuerpo y alma a amar a aquella rosa que Dios tuvo a bien que floreciera en su rosal para darle amor y vida. Todo cambió; nada era igual... Todos sus desvelos iban hacia la rosa que tanto quería y al rosal donde vivía la rosa de sus amores. Dejó la bebida creando de nuevo expectativas de futuro. Su voz se volvió dulce y cada mañana cantaba una canción que le hiciera crecer el amor que sentía por aquella flor. Su vida cambió y ya no era un hombre solitario. Vivía lleno de ilusiones y su corazón se abrió al amor infinito, ese que todos soñamos y que queremos que no falte nunca... Voló, caminó por el mundo con su flor amada en su solapa. Mimandola, cuidandola y haciendo de ella el motivo de su existencia. La rosa era admirada por ser de vivos colores y todos codiciaban tener aquella flor en su solapa. El, humilde por naturaleza, se sentía seguro de ella, pero ponía candados a su terreno para que nadie saltara la valla y se la robara...
Una tarde la flor le habló.
- No quiero seguir contigo...
Su corazón sintió cómo algo muy fuerte le agijoneaba, lo rompía en mil pedazos y se desangraba hasta la última gota de su sangre. Lloró amargamente y sin consuelo, desolado y triste. De nuevo y sin saber por qué había perdido el talisman que dió sentido a su vida y decidió volver a su soledad en su lejana tierra dónde las nieves hielan y el corazón se vuelve frio y distante. Pero antes grabó tres palabras en uno de sus pétalos : TE AMARÉ SIEMPRE...
Se fué y ya nunca se supo de él.
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