No era tarde,
pero estaba cansado,
el día me dio sorpresas impensables
a estas alturas de mi vida
No hace frío,
la primavera va dejando
su estela de colores nocturnos
en el rojizo horizonte.
Tomé un café, suave y vaporoso,
desoyendo las noticias;
la novela había quedado
cerrada sobre el velador.
Y sentí lejano el ruido del tren
que regresaba a la estación...
Los ojos se cerraban
y sin querer evitarlo me quedé dormido.
Nunca un café fue tan efectivo...
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto amigo mío, sólo que hay días que se viven con una intensidad que ni el café quita el sueño...
ResponderEliminarUn abrazo.