Un encuentro inesperado, el sosiego de una mirada, unos ojos
que en los míos se posaron, casualidad inesperada ... ¿ Quién es esa mujer...?
No recuerdo haberla visto antes, ni haberla mirado de imprevisto,
ni siquiera sabía que existía en el mundo... hasta que hoy la he visto.
Su perfume dejó una estela en el aire, una huella inconfundible,
que me hizo volver la cara y pensar algo incomprensible.
Diosa de escultura tallada, madera o piedra, carne y versos,
que hizo dar vuelta a mi cabeza para admirarla y lo confieso.
Se esfumó en unos segundos mar adentro, entre el gentío,
por donde era admirada cada uno a su libre albedrío.
Mi pedestal está ocupado por una efigie que en mi corazón mora
y ella sabe muy bien que su amor, su hombre, la adora...
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