Incertidumbres que se fueron marchando
sin espejos que devolvieran sus miradas,
por que sólo Dios sabe
cuánto ha madurado mi alma.
Vagan mis versos sin agenda
sobre los adoquines de una calle mojada.
Lluvia de desalientos que pintan
una sonrisa al borde de la nada.
Volver la vista atrás
cuando caminaba soñando
que una nueva amanecida
traería aire fresco a mi vida enamorada.
Tomé las riendas de mi destino
- no me hace falta nada-
sabiendo que se hacía tarde
para decirte cuanto te amaba.
Me quedé esperando a que llegaras
por si decidías venir donde yo te esperaba,
pero se han marchitado los relojes
que en mi corazón se escuchaban.
Si algún día me recuerdas
piensa que alguien te extraña,
pero se ha cansado de esperarte
y ya vuela donde el amor no es una encrucijada...
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