Tenía flores para ti en mi cama
y velas encendidas sobre la mesa.
Esperaba para darte la bienvenida
consolado por el amor y mi paciencia.
Pasaron las horas con la vista puesta
en la calle por donde llegarías.
Buscando tu sombra entre los adoquines
o imaginado que de un auto descendías.
Fue larga la espera, llegó la media noche,
se apagaron las velas con nostalgia
dejando en mi corazón un derroche
de sentimientos contrarios a la magia.
Las flores se marchitaron
sin haber recibido el calor de tus labios.
La cena quedó fría sin degustar
y la música de fondo dejó de sonar.
Una lágrima rodó por mi mejilla,
extrañando tu silueta entre las sombras
y cansado de tanto esperar
escuché a los gallos cantar.
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