Me ofreció una sonrisa prestada
marcada en sus labios en la despedida
no tenía flores para regalarle
y bajó su mirada llena de melancolía.
Guardé sus besos en mi mochila
prudente de que nadie me los robara
y el tacto de sus manos
los envolví en mi camisa sudada.
No encontré un lugar en mi corazón
que no estuviera lleno de sus caricias
ni un rincón de mis pupilas
que no tuviera el brillo de su mirada.
Cerré los ojos para no ver como se alejaba
bajo un firmamento lleno de estrellas.
Volvió su cabeza, no dijo nada
caminando despacio, sus ojos lloraban...
Desde aquél momento comencé a contar
los días que faltaban
para un nuevo encuentro en el mar
donde tenía las redes echadas.
Cuando vuelva a su cita
tendré los versos que ella soñaba
para que pueda leerlos
con alegría emocionada...
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