Mientras ella sonreía,
acentuando el sabor,
con sus manos panaderas
yo me sentía en el cielo.
Era tan grande el cariño
que ponía en el amasado
y tan ferviente mi admiración
por todos sus gestos,
que sólo se respiraba amor
y olor a pan en ese momento.
La harina había llegado,
entre los avatares de amasijo,
a manchar su nariz
con graciosa blancura,
y con un beso fugaz
robe el enharinado gesto
envolviendo en calor
la ternura del momento.
Doy gracias a la espiga
que con su fruto
ha sido testigo de éste amor
y el pan que disfruto.
Hacer el pan, es un acto de amor, y yo lo hice para ti con las manos, los sentidos y el corazón.
ResponderEliminarMe da mucha ternura leerte narrando en un poema esa tarde en que para ti me convertí en panadera.
Mi amor siempre contigo y para ti.
Cecy
Amor, ha sido el mejor pan que he comido en mi vida, el que tú hiciste con tus manos; era tanto el amor que pusiste en su elaboración y tanta mi admiración en el proceso que, al comerlo, sabía que no hay en el mundo un pan más rico... ¡ Exquisito, cariño...!
ResponderEliminarTuyo siempre.
José.