Quedamos dormidos después de tanto placer,
cansados de amar y ser amado, con una sonrisa...
Nos abrazamos cuando se acercaba el amanecer.
La respiración cortaba el silencio y el solaz
de una entrega escrita en versos sobre la pared.
El alba nos acompañó con los ojos soñolientos:
tu piel en mi piel, tus besos en mis besos,
tus manos en mi carne, las mías, no lo sé...
La batalla había sido dura. Un hombre y una mujer,
amantes en un infierno de donde nunca regresé...
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