Presume la luna de ser mi amante, presume
de ser la única que me había besado antes.
Una medusa se muere de envidia
cuando amanece el día y no estoy en su cama.
No sabe que soy una rana
que se disfraza de príncipe cada mañana.
Llora añorando mis besos, señora
sin pena ni lagrima desde su verde mirada.
Cuando canta, su canción es soñada
para engañar con la risa lo que atesora.
Seduce más allá, en la otra esquina,
que los sueños son sueños y su agua cristalina...
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