Te vi la primera vez sonriendo
bajo la sombra de un limonero,
mostrando el nácar de tu boca
y elevando suspiros al cielo.
Y desde aquél día,
no he podido vivir sin tu recuerdo.
Rompeolas que se adentra
en el mar de mis sueños.
Me miraste y en tu mirada
vi reflejados los colores del cielo.
Sonrisa que llenó todos los rincones
difuminados por mis silencios.
Hoy eres parte de mi existencia,
playa donde se aferran mis olas,
manantial de delicada esencia,
entre espumas y caracolas.
Vivo anclado a tu sonrisa,
desoyendo cantos de sirenas,
trigo enamorado de su amapola
que espera ser pan para la cena.
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