Se escucha el rumor de un río
en las retinas de mi niñez,
faltos de aroma y sonido
vividos solo una vez.
Enjambre de chiquillos
de luces en la plaza,
desatendiendo sus tareas
corriendo tras el balón.
Los naranjos en flor de primavera,
llenos de abejas y avispas,
dejan su azahar sobre la acera
hasta perderse en ellas la vista.
Devuélveme, Señor, a aquellos días
donde la felicidad no tenía precio,
suspirando en los andamios del tiempo
para comenzar una nueva vida.
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