Sacia tu apetito en mi cuerpo
hasta satisfacer el hambre
que te embarga y la sed
que te ahoga en mi estambre.
Come de mis pétalos más sabrosos
y bebe del manantial cristalino
que mana de mis entrañas.
Degusta, mujer, mi copa de vino.
Sorbo a sorbo me iré derritiendo
como helado de agua en tus labios
para que puedas lamer al gusto
como lo hacen los paladares sabios.
Y, cuando de mí solo quedé el sabor
que fui dejando en tu boca,
lanza una sonrisa al viento
y continúa con tu pasión loca...
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