Era tan real su abrazo,
era tan real su pelo,
eran tan reales mis lágrimas
que cuando desperté
no tenía consuelo.
Quise seguir durmiendo
abrazado a ella
sintiendo la brisa que movía
la seda que cubría su cabeza.
Lloraba abrazado a su cuerpo
para que nadie se la llevara
para que nunca más se fuera
para sentirla siempre conmigo
en el camino hacia las estrellas.
No quise despertar
pero la realidad se imponía a mi deseo
me levanté con el corazón contraído
el alma en el suelo
y cuando quise mirarme
solo veía su sonrisa
reflejada en el cristal de mi espejo.
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