Tenía tanta sed de mi boca
que cuando me besó mis labios sangraron.
Era tanta su ansia de beber
que compartimos mi sangre con placer.
Ella bebió sin compasión
mientras yo respondía a su deleite,
al hambre de amor correspondido
que marcó un antes y un después de aquella noche.
Ebrios terminamos de la mano, caminando
bajo la luz de la luna blanca
envueltos en el silencio y la noche
esperando a que llegara el alba.
Nos despedimos con un cálido beso
cuando subí al tren de mi destino.
Nunca más volvimos a vernos
pero en mi corazón quedó un mensaje eterno...
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