
Llevas modelado tu cuerpo
por mis manos encallecidas de alfarero
y nunca podrás borrar las huellas
que cada día recorren tus senderos.
Tu cuello reconoce el tacto
que tantas veces ha recorrido su contorno,
subiendo y bajando, dejando intacto
todos sus pliegues y adornos.
Tus hombros se moldearon a mi antojo
desoyendo la infinita caricia mañanera,
presionando hacia tu espalda y tu pecho
de una forma sutil y placentera.
Tu vientre y tus muslos nunca han negado
el ardor que los consume en sus arterias,
combustible de pasión y misterio
donde la ternura superó a la materia.
Recorrido infinitas veces sin saciar
los deseos vehementes enloquecidos,
dejando mi nombre en cada lugar
donde se escuchan tus gemidos...
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