Ella caminaba descalza por la arena,
sus pies se sumergían en el agua de las olas,
entre sus dedos se escapaba la nívea espuma
que se devolvía entre suspiros de caracolas.
Su mano se enlazada en mi mano, su pelo al viento,
mientras yo buscaba su mirada en la mía,
queriendo ver en sus ojos el reflejo
del amor que por ella mi corazón sentía.
El mar fue testigo del beso que puso en mi boca,
cerré los ojos al universo - la mar se adivinaba lejana -
escuchando el palpitar acelerado de mi sangre
que reclamaba su cuerpo aquella mañana.
El sabor de su sal quedó en mis labios,
su sonrisa tatuada en mi memoria,
nunca podré olvidar aquel instante
que ha quedado escrito en nuestra historia...
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