Sonreí por primera vez mirando en tus ojos
y en ellos vi lo que quería entender,
o lo que mi corazón veía sin ver
dejando en mi cara el sonrojo.
Mi sonrisa fue la llave que abrió las cerraduras
de las puertas cerradas a cal y canto,
entrando por ellas la risa y el llanto
con palabras maceradas por la ternura.
Desde entonces no he podido
desprenderme de tu mirada,
la he llevado siempre anclada
en el pensamiento más florido.
Viviré por ti siempre y para siempre
hasta que se apague la luz de mi vida,
dejando estrellas encendidas
para que alumbren tus noches de Septiembre.
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