Me diste la herramienta
para una nueva andadura,
fueron tus perfiles, tu amargura
en los días de la guerra cruenta.
Partimos juntos hasta tus recuerdos,
donde la mano del dolor dejó su huella.
Dejé las palabras para escuchar aquellas
notas de sentimientos cuerdos.
No hubo preguntas de mi parte,
todo se volvió un soliloquio pausado,
tenías la mente fría y el corazón alado
y yo sólo quería escucharte.
No vi lágrimas en tus ojos,
solo una sonrisa donde faltaba la alegría
donde no había dolor ni nostalgia,
ni reproches o enojos.
Ha pasado el tiempo, querido amigo,
y te ha llamado quien rige los destinos.
Ve feliz, José, que en esos caminos
encontrarás a quien de tu vida fue testigo.
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