Hace varios días salió en los medios una noticia que dejó perplejo a más de medio mundo. El Papa Benedicto XVI, en un alarde de sinceridad - esperemos que no sea demencia - dijo, algo así más o menos, que en el Portal de Belén no había ni mula ni buey y que le estrella de Oriente era, simplemente, una super nova que surcaba los cielos... La reacción de la gente ha sido muy diversa y variopinta; unos se lo han tomado a risa, otros, los que se alinean con la iglesia, han dado la razón a "su santo Padre", y, los demás, esos - me incluyo- que ni nos va ni nos viene, hemos pensado que al caballero se le va la moto, como se dice vulgarmente.
Pero lo que a mí más me inquieta es pensar cómo se le explica esto a un niño. Sí, diganme ustedes cómo conversarían con su hijo de siete años que ha escuchado, a la hora del desayuno en la tele, la contradictoria noticia... Ese niño comenzó a creer en el Belén y en los Reyes Magos y vive ilusionado compartiendo con sus hermanos las miradas brillantes de la emoción cada vez que mira el árbol de Navidad que adorna el salón de su casa; junto a él, con infinidad de figuritas representativas, sus padres instalaron el Belén con la ayuda, siempre cuestionada, de él y sus hermanos...
Quién y cómo se le hace ver a este niño - yo no tendría argumentos - por qué sale este señor en los medios dando la nueva versión del Vaticano sobre temas religiosos y en concreto sobre el Belén. Todos sabemos que la historia ha sido escrita por los hombres a lo largo de los años y habrá, no tengo la menor duda, miles de cambios en el contenido de su efemérides. Miles de ellos increíbles e inaceptables o, tal vez, mentiras que a nadie convencen.
Esa es la parte que más me preocupa: la mentira. Por que ese niño del que os hablo, desde su tierno e infantil cerebro, ha captado que algo está cambiando, que ahora le dicen lo contrario de lo que había escuchado anteriormente,y debe tomar partido y digerir el perfil diferente de la nueva argumentación. Lógico es que la criatura piense que le estaban mintiendo y que él, de alguna manera, tiene que mentir para estar a la altura de sus hermanos mayores, de sus primos, papás y abuelos. Y mentirá como piensa que ha mentido el Papa, o, pensará, como le han mentido sus padres cuando le explicaron, con argumentos volátiles, sobre la venida de Jesús al mundo...
Ver para creer. Que desde el Vaticano salga una contradicción que cambiará la vida a millones de niños...