Lleva dentro una luz
que solo las luciérnagas envidirían,
tiene luminiscencia propia
y el corazón de una chiquilla.
Sus ojos pardos se aclaran en la noche,
dando un relieve de ternura al silencio,
levita en cada uno de pasos
cuando demuestra sus sentimientos.
No necesita a la luna en la oscuridad,
ni una mano que la guíe,
su luz alumbra sus pisadas
sobre el nocturno reír de enamorada.
No tiene aires de grandeza,
tampoco los necesita,
sabe hasta donde llega la nobleza
sin la vida que lleva un sibarita.
Por eso puse mi mirada en ella,
dando un vuelco a mi existencia,
y con un beso robado
nos fuimos hasta las estrellas.
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