He visto en mi camino tus huellas,
esas que vas dejando en tu caminar,
y decidí, paso a paso, ir tras de ellas
hasta donde me quieras llevar.
No expongo nada al seguirte,
ni peligra por ello mi identidad.
Vivo rogando y quiero pedirte
que me alumbre tu felicidad.
La distancia entre Tú y mi pecado
son cuarenta y cinco centímetros nada más.
Sobre el suelo caeré arrodillado
y orando me perdonarás.
Voy tras la sangre de las heridas
que la lanza dejó en tu costado,
dame la corona de espinas
que quiero sentirme coronado.
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