Existe el espejo donde pones tus ojos
que nos devuelve la mirada inquisitiva.
Ojos que brillan desaprobando con enojos
la conducta más expresiva.
Miras en él tu rostro marchito
y ves que son tuyas las arrugas
que se dibujan cada vez más oscuras
que una noche sin luna.
Y no hay remedio para ese sentir,
saberse despreciado por la conciencia,
que no remedia tanto mentir
ni los derivados de las apariencias.
Mírate al espejo con honestidad en la mirada,
mírate y dime de qué presume tu cara.
Tu sonrisa se quedará helada
y no es desolación lo que te ampara.
Convicción que te devuelve el pensamiento
desde tu más cercana mentira.
No llores ni emitas tus lamentos
que a nadie salpica tu ira...
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