Sobraban las palabras aquella tarde,
cuando el fuego inundó nuestros cuerpos.
Silencios llenos de amor y derroche
donde se confundían el color y los besos.
Tu entrega no tuvo limites,
mi pasión me hizo olvidar quien soy,
reíamos con los juegos prohibidos
como lo hacemos hoy.
Las caricias llegaron más allá
de donde termina la locura,
como dos posesos en la lujuria
nos entregamos al deseo.
Las sabanas son testigos
de lo mucho que compartimos,
yo en tu cuerpo, tú con el mío
en aquél cálido momento.
Por eso no quiero que olvides
que de algún modo te pertenezco.
Cuando me miras y me sonríes
sabes que me estremezco.
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